Ejes del sistema de distribución de víveres y otros insumos de subsistencia, las pulperías fueron básicas para habilitar la ocupación permanente del desierto. El funcionalismo y control centralizado que guió la planificación urbana de la industria salitrera fijó a las pulperías en la zona administrativa de los campamentos en las oficinas.
En las pulperías se congregaban diariamente mujeres que cobraban las raciones ganadas por los hombres en el trabajo minero. El encuentro permanente de esta población de diversos orígenes conformó una comunidad femenina con carácter solidario, ya que contaban con limitados medios materiales para sustentar su vida y la de hombres e infantes de la pampa. De allí que las pulperías fueran escenarios en donde los intereses obreros y los de las administraciones salitreras entraban en conflicto. Muchos de los petitorios hechos en las numerosas huelgas registradas durante el ciclo salitrero decían relación con las pulperías y sus formas de abastecimiento.
Respecto de su funcionamiento, las pulperías abrían a las 7 de la mañana y se mantenían abiertas hasta la noche. Los puestos de trabajo en estos establecimientos eran: el jefe, segundo jefe, cajeras, jefe de bodega, los “pulperos” (que eran quienes atendían al público) y las “listeras”. Por otra parte, las secciones más comunes de las pulperías eran los abarrotes, la ferretería, la panadería y la carnicería. Algunas también tenían secciones como la de géneros, vestuario y botillería.
Durante el auge del ciclo salitrero -coincidente con el desarrollo del sistema Shanks-, la adquisición de estos productos estaba mediada por el uso de fichas-salario que solo podían ser utilizadas en la pulpería de la oficina salitrera a la cual el trabajador estaba afiliado y que muchas veces eran válidas para cambiarlas por un único tipo de mercadería. Con la promulgación del artículo N.° 24 del Código del Trabajo en 1924 este sistema de remuneraciones fue abolido, y paulatinamente comenzó el pago con moneda de curso legal.